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Iniciativa FIA y Universidad de Chile trabaja con cooperativas en las regiones de Coquimbo y Valparaíso.

Proyecto apuesta por agrupar a las cooperativas agroalimentarias en cooperativas de 2do grado para mejorar la gestión e implementación del modelo cooperativo

Viven una paradoja: pese a que su número creció 179% en los últimos seis años, mejorando el acceso de sus socios a los mercados, buena parte de ellas continúan siendo muy pequeñas para aprovechar todos los beneficios de la asociatividad y los cooperados no logran mejorar la calidad de vida.

Un verdadero boom de creación y reactivación de cooperativas agroalimentarias vive Chile, producto de la reforma introducida a la Ley General de Cooperativas por la Ley 20.881 el año 2016 que redujo de 10 a 5 el número de socios para poder conformar una cooperativa y al fuerte impulso que se ha dado es estos dos últimos gobiernos a su formación, lo cual ha facilitado la conformación de nuevas organizaciones agroalimentarias. Según información de DAES, en los últimos seis años pasamos de 172 organizaciones activas de este tipo, a 480 el año 2022, con una expansión de 179%. Sin embargo, el formar cooperativas no asegura el acceso a los mercados o que sus socios puedan vender con mayores márgenes, lo que provoca el desinterés y abandono paulatino de éstas. En el año 2002 existían 1.207 cooperativas Agroalimentarias vigentes o en constitución y sólo el 40% de ellas estaban activas, lo que da cuenta de que formar una cooperativa no es sinónimo de éxito.

Al hacer un análisis más profundo de estos datos, de las cooperativas activas, podemos encontrar algunas de las causas que pueden explicar esta paradoja. Si aislamos el efecto en la productividad y calidad de la prolongada sequía no solo en algunas cooperativas, tenemos que 331 (69%) de estas cooperativas tiene menos de 20 socios con un promedio de 10 socios y 49 tienen 5 socios. De las cooperativas que tienen 20 socios o menos, 280 (58%) tienen 6 años o menos de formadas, lo que explica el 91% de todas las cooperativas que se crearon o reactivaron.

Esta situación también se refleja en los bajos volúmenes de facturación de muchas cooperativas. Según el SII el año 2021, el 63% de las cooperativas activas ese año realizaron al menos 1 factura y adicionalmente 58 cooperativas que estaban inactivas o en constitución también lo hicieron. Del total de 323 cooperativas que facturaron ese año, se logró determinar para el 66% de ellas, su nivel de facturación, arrojando que el 83% facturó menos de 417 UF/mes. Si estimamos un margen por venta de la cooperativa de un 7%, tenemos que con 417UF/mes podemos generar aproximadamente M$1.000 mensual  para cubrir los gastos de contabilidad, abogado y al menos un gerente.

Dado que uno de los principales problemas de muchas cooperativas, son los bajos volúmenes o márgenes de comercialización, es muy importante para este tipo de cooperativas aumentar sus volúmenes de venta y desarrollar proyectos de I+D+i que entreguen tecnología, mejoramiento de procesos y transferencia a otras cooperativas.

Una forma de aumentar el volumen de venta y mejorar los márgenes de comercialización, se logra incorporando más socios, que la cooperativa sea más grande o volviendo a asociarse en una cooperativa de 2do grado, para hacer sinergias, pero ahora considerado lo de todas las cooperativas socios.

Potenciar este tipo de organizaciones, con todas las ventajas que pueden reportar a los pequeños productores, como acceso a los mercados y apoyo técnico, es el objetivo de un proyecto apoyado por la Fundación para la Innovación Agraria, que se ha ejecutado en las regiones de Coquimbo y Valparaíso, cuyo objetivo es apoyar el desarrollo de un modelo de apoyo profesional cooperativo a través de una organización de segundo piso que entregue a sus asociadas los servicios de gestión y comercialización que les permitan mejorar su rentabilidad y sostenibilidad, dirigido por la académica María Verónica Díaz de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile.

“FIA, entendiendo la importancia de conocer las dificultades que presentan las cooperativas del sector para responder por si solas a los desafíos propios de su actividad y con ello ser más competitivas, busca apoyarlas contribuyendo a su desarrollo y consolidación a través de diferentes instrumentos, como es el presente proyecto que se encuentra ejecutando la Universidad de Chile” indicó la directora ejecutiva de FIA, Francine Brossard.

Desde 2021, el proyecto  trabaja con diez cooperativas de las regiones de Coquimbo y Valparaíso, quienes son productores de flores, hortalizas, nueces, queso de cabra, carne de cabrito, entre otras, para capacitarlos en la organización de este tipo de asociación, de modo que puedan acceder a temas como financiamiento del Estado, asistencia técnica, apoyo a la innovación, asesoría legal, entre otros.

Nicolás Fernández Tagle, encargado en terreno del proyecto, explica la situación en que encontraron a algunas de las cooperativas agroalimentarias con las que comenzaron a trabajar en 2021.

“Eran agrupaciones que venían saliendo de la pandemia, la mayoría de ellas no había cumplido con la realización de su Junta General de Socios anual, no había hecho sus balances y estados de resultados. No estaban al día con sus obligaciones ante la DAES que vela por el cumpliendo de la Ley y reglamento general de cooperativas”.

“Algunas cooperativas no tenían planes de negocio y otros no los tenían actualizados, algunas perdían dinero, pero como no hacían balances, no lo sabían”, cuenta Fernández.

En ese contexto, el proyecto partió por asistir a los socios para que cumplieran con todos los requisitos legales. “El nivel era disparejo y tuvimos que hacer una suerte de nivelación para partir trabajando con organizaciones de iguales condiciones”, explica Fernández.

“Otro problema que enfrentamos fue el reducido número de socios de cada una, situación que también fue diagnosticada”.

“Al tener pocos socios, no pueden producir volúmenes interesantes para ingresar a nuevos mercados; generar economías de escala para obtener mejores precios en la compra de insumos; tampoco cuentan con los recursos suficientes para contratar asesoría técnica, de gestión, de innovación, comercial ni legal”, agrega.

Helia González Piña, gerenta de la cooperativa Floricoop, productora de flores de Coquimbo, y que participa en el proyecto, resume la problemática de estas agrupaciones.

“De todos los procesos y actividades que implica un emprendimiento, lo que los pequeños productores saben hacer bien, es producir. De ahí en adelante, en general, hay mucho déficit en temas como la gestión, contabilidad y, algo muy clave, la comercialización. Esos temas se pueden resolver sumando fuerzas asociativamente”, explica.

Cooperativas de segundo grado

Dentro de los objetivos que planteó el proyecto fue abordar la creación de una organización de segundo piso, para apoyar a sus organizaciones de base aprovechando economías de escala, uso eficiente de recursos, vinculación con actores públicos /privados y contar con un equipo profesional que les de servicios contables, jurídicos, de gestión, comerciales y apoyo a la elaboración de proyectos.

“Se definió formar una cooperativa de 2do grado, Cooperativa Campesina Agroalimentaria de Chile (CoopAgroChile) y no una federación, que según la ley se puede constituir con al menos 3 cooperativas y cumplir los mismos propósitos porque esta no admite empresas con fines de lucro, lo cual excluye a potenciales socios de esta nueva organización limitando su crecimiento” explica Fernández.

“Debido a que como cooperativa individual había problemas que no podíamos resolver, tuvimos que buscar otra estructura que nos diera más peso y esa estructura fue una cooperativa de 2do grado. Con esa figura podremos acceder a material contable, gestión y nuevas opciones de comercialización al tener más volumen”, explica Helia González.

“Nosotras ya comprobamos que la asociatividad mejora las condiciones de comercialización. La lógica de compra individual que teníamos antes de agruparnos era venderles a los comerciantes que iban de un lado a otro ofreciendo un precio determinado. Asociativamente esa dinámica cambió y ahora somos nosotras las que ponemos el precio”, agrega la floricultora.

Desde una perspectiva macro, Fernández plantea los beneficios para el país que implica que la pequeña agricultura se asocie en cooperativas. “Las cooperativas, en gran parte del mundo, por lo general abastecen el mercado interno con los productos que se consumen a diario, teniendo un rol clave en la seguridad alimentaria del país”, cuenta.

“Además, al tener éxito rentabilizan los terrenos en que cultivan, que cuando no existe, son transformados en parcelas de agrado, lo que trae consigo, además, el aumento de la migración campo-ciudad. El éxito de estas asociaciones, en cambio, contribuye a retardar esos procesos”, concluyó.

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